dilluns, 16 de gener del 2012

PERSEU I ANDRÒMEDA

Perseo y Andrómeda

Había encerrado el Hipótada en su eterna cárcel a los vientos

e, invitador a los quehaceres, clarísimo en el alto cielo,

665el Lucero había surgido: con sus alas retomadas ata él

por ambas partes sus pies y de su arma arponada se ciñe

y el fluente aire, movidos sus talares, hiende.

Gentes innumerables alrededor y debajo había dejado:

de los etíopes los pueblos y los campos cefeos divisa.

670Allí, sin ella merecerlo, expiar los castigos de la lengua

de su madre a Andrómeda, injusto, había ordenado Amón;

a la cual, una vez que a unos duros arrecifes atados sus brazos

la vio el Abantíada –si no porque una leve brisa le había movido

los cabellos, y de tibio llanto manaban sus luces,

675de mármol una obra la habría considerado–, contrae sin él saber unos fuegos

y se queda suspendido y, arrebatado por la imagen de la vista hermosura,

casi de agitar se olvidó en el aire sus plumas.

Cuando estuvo de pie: “Oh”, dijo, “mujer no digna, de estas cadenas,

sino de esas con las que entre sí se unen los deseosos amantes,

680revélame, que te lo pregunto, el nombre de tu tierra y el tuyo

y por qué ataduras llevas.” Primero calla ella y no se atreve

a dirigirse a un hombre, una virgen, y con sus manos su modesto

rostro habría tapado si no atada hubiera estado;

sus luces, lo que pudo, de lágrimas llenó brotadas.

685Al que más veces la instaba, para que delitos suyos confesar

no pareciera que ella no quería, el nombre de su tierra y el suyo,

y cuánta fuera la arrogancia de la materna hermosura

revela, y todavía no recordadas todas las cosas, la onda

resonó, y llegando un monstruo por el inmenso ponto

690se eleva sobre él y ancha superficie bajo su pecho ocupa.

Grita la virgen: su genitor lúgubre, y a la vez

su madre está allí, ambos desgraciados, pero más justamente ella,

y no consigo auxilio sino, dignos del momento, sus llantos

y golpes de pecho llevan y en el cuerpo atado están prendidos,

695cuando así el huésped dice: “De lágrimas largos tiempos

quedar a vosotros podrían; para ayuda prestarle breve la hora es.

A ella yo, si la pidiera, Perseo, de Júpiter nacido y de aquélla

a la que encerrada llenó Júpiter con fecundo oro,

de la Górgona de cabellos de serpiente, Perseo, el vencedor, y el que sus alas

700batiendo osa ir a través de las etéreas auras,

sería preferido a todos ciertamente como yerno; añadir a tan grandes

dotes también el mérito, favorézcanme sólo los dioses, intento:

que mía sea salvada por mi virtud, con vosotros acuerdo.”

Aceptan su ley –pues quién lo dudaría– y suplican

705y prometen encima un reino como dote los padres.

He aquí que igual que una nave con su antepuesto espolón lanzada

surca las aguas, de los jóvenes por los sudorosos brazos movida:

así la fiera, dividiendo las ondas al empuje de su pecho,

tanto distaba de los riscos cuanto una baleárica honda,

710girado el plomo, puede atravesar de medio cielo,

cuando súbitamente el joven, con sus pies la tierra repelida,

arduo hacia las nubes salió: cuando de la superficie en lo alto

la sombra del varón avistada fue, en la avistada sombra la fiera se ensaña,

y como de Júpiter el ave, cuando en el vacío campo vio,

715ofreciendo a Febo sus lívidas espaldas, un reptil,

se apodera de él vuelto, y para que no retuerza su salvaje boca,

en sus escamosas cervices clava sus ávidas uñas,

así, en rápido vuelo lanzándose en picado por el vacío,

las espaldas de la fiera oprime, y de ella, bramante, en su diestro ijar

720el Ináquida su hierro hasta su curvo arpón hundió.

Por su herida grave dañada, ora sublime a las auras

se levanta, ora se somete a las aguas, ora al modo de un feroz jabalí

se revuelve, al que el tropel de los perros alrededor sonando aterra.

Él los ávidos mordiscos con sus veloces alas rehúye

725y por donde acceso le da, ahora sus espaldas, de cóncavas conchas por encima sembradas,

ahora de sus lomos las costillas, ahora por donde su tenuísima cola

acaba en pez, con su espada en forma de hoz, hiere.

El monstruo, con bermellón sangre mezclados, oleajes

de su boca vomita; se mojaron, pesadas por la aspersión, sus plumas,

730y no en sus embebidos talares más allá Perseo osando

confiar, divisó un risco que con lo alto de su vértice

de las quietas aguas emerge: se cubre con el mar movido.

Apoyado en él y de la peña sosteniendo las crestas primeras con su izquierda,

tres veces, cuatro veces pasó por sus ijares, una y otra vez buscados, su hierro.

735Los litorales el aplauso y el clamor llenaron, y las superiores

moradas de los dioses: gozan y a su yerno saludan

y auxilio de su casa y su salvador le confiesan

Casíope y Cefeo, el padre; liberada de sus cadenas

avanza la virgen, precio y causa de su trabajo.

740Él sus manos vencedoras agua cogiendo lustra,

y con la dura arena para no dañar la serpentífera cabeza,

mulle la tierra con hojas y, nacidas bajo la superficie, unas ramas

tiende, y les impone de la Forcínide Medusa la cabeza.

La rama reciente, todavía viva, con su bebedora médula

745fuerza arrebató del portento y al tacto se endureció de él

y percibió un nuevo rigor en sus ramas y fronda.

Mas del piélago las ninfas ese hecho admirable ensayan

en muchas ramas, y de que lo mismo acontezca gozan,

y las simientes de aquéllas iteran lanzadas por las ondas:

750ahora también en los corales la misma naturaleza permaneció,

que dureza obtengan del aire que tocan, y lo que

mimbre en la superficie era, se haga, sobre la superficie, roca.

Para dioses tres él otros tantos fuegos de césped pone;

el izquierdo para Mercurio, el diestro para ti, belicosa virgen,

755el ara de Júpiter la central es; se inmola una vaca a Minerva,

al de pies alados un novillo, un toro a ti, supremo de los dioses.

En seguida a Andrómeda, sin dote, y las recompensas de tan gran

proeza arrebata: sus teas Himeneo y Amor

delante agitan, de largos aromas se sacian los fuegos

760y guirnaldas penden de los techos, y por todos lados liras

y tibia y cantos, del ánimo alegre felices

argumentos, suenan; desatrancadas sus puertas los áureos

atrios todos quedan abiertos, y con bello aparato instruidos

los cefenios próceres entran en los convites del rey.

765Después de que, acabados los banquetes, con el regalo de un generoso baco

expandieron sus ánimos, por el cultivo y el hábito de esos lugares

pregunta el Abantíada; al que preguntaba en seguida el único

[narra el Lincida las costumbres y los hábitos de sus hombres];

el cual, una vez lo hubo instruido: “Ahora, oh valerosísimo”, dijo,

770“di, te lo suplico, Perseo, con cuánta virtud y por qué

artes arrebataste la cabeza crinada de dragones.”

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada

Nota: Només un membre d'aquest blog pot publicar entrades.